Óptica periodística
Nelson Germán Sánchez Pérez –Gersan-
Desde hace varios años me he interesado y adentrado investigativamente en lo que se conoce como la Infoxicación, es decir, una saturación de información recibida especialmente con la sobreexposición al fenómeno de las redes sociales y de lo virtual dado el acceso al Internet. De los muchos fenómenos, anomalías y daños que está generando la misma en los seres humanos ahora se empieza a conocerse del Positivismo Tóxico, el cual se expande sin control dado los contenidos de las plataformas en redes sociales. Actualmente solo se quiere mostrar allí una vida fantástica, nunca triste, solo el sonreír, nada de negativismo.
El problema a largo plazo es que las redes sociales muestran el ejemplo a seguir, por tanto, siempre lo más alto, más rápido, más bello, más riqueza, más lujo, más confort, más paz interior y enfocan una cierta presión para solo presentar el lado positivo de la vida de esa persona. Pero ello es perjudicial porque en últimas los prosumidores de contenidos, se cuestionan y piensan que por no ser así como el que ven son diferentes a los demás.
La positividad tóxica se engendra cuando no se da lugar a sentimientos como rabia, frustración, decepción, fracaso, derrota y todo se quiere solapar con un cálmate, no es tan grave, yo ya he pasado por lo mismo, es de débiles sentir eso, así no consigues nada, no pierdas tu tiempo afectándote así. Es decir, frases que no toman en serio al otro, sus sentimientos, su sufrimiento y lo dejan solo como si fuese un bicho raro en esa casita feliz que ahora es la vida redes sociales, según la psicóloga alemana Miriam Hoff, psicoterapeuta experta en el tema.
Bloquear e ignorar permanentemente las emociones y sentimientos negativos puede conducir muy rápidamente a la depresión y deterioro de estados mentales. Para Patrick Wenke, uno de los más estudiosos investigadores de la felicidad en el mundo, el gran problema actual de las redes sociales y sus contenidos es que todo se presenta en forma extremadamente positivo, muy bonito y con muchos filtros. Cuando lo mejor sería presentar la naturalidad, escuchar a alguien cuando dice esto o aquello me sucedió, me dolió, me caí, fracasé, me dio rabia, para llegar a esto tuve que pasar muchas veces por aquello y continúo en esa lucha todos los días. En ese mundo virtual también se debe contar lo que sale mal y por eso para Wenke un primer paso sería que los expertos e íconos de las redes publicaran sus errores.
Pero, al parecer, la positividad tóxica de las redes sociales no lo permite, no es su juego ni de su interés y solo quieren allí las “buenas vibras”, un mundo de optimistas, muy de imagen bonita, de falsas construcciones o una “ciudad de plásticos” como diría Rubén Blades en uno de sus clásicos de la salsa. Pero olvidan que para la inmensa mayoría de sus seguidores y público, al final del día las cosas son como son, la realidad es la realidad que supera y se impone a cualquier ficción.
Por tanto, la tarea es indicar a los internautas que deben esperar cosas malas, estados de ánimo que no son los mejores algunos días, porque así es el ser humano y su diario vivir y si saben que sl tener esos días o emociones no pasa nada, pues menos daño emocional u físico sufrirán; que sean conscientes de que no tienen que obligarse u obligar a los demás a estar siempre positivos, optimistas, impecables o de buen humor.
Sin embargo, la pregunta de muchos expertos es realmente cómo llegar a un justo medio como diría Aristóteles en su Ética a Nicómaco, lograr encontrarlo entre ese exceso de positivismo y el negativismo. Pues bien, al parecer afrontando los contratiempos, cambiando las perspectivas sobre las cosas y no perder la esperanza como gran motor del espíritu humano.
A propósito, Alfred Benabar, llamado maestro de la felicidad y profesor de Harvard, señaló que la mayor felicidad se esconde en la desgracia, pero pocos la buscan ahí. El meollo es que no se entiende o no se quiere ciegamente entender que la felicidad e infelicidad son las caras inseparables de la vida, como de una misma moneda, no hay una sin la otra, no podrían existir.
Por lo cual, no es aconsejable tratar de ver siempre la vida con ojos color rosa y solo desde la mirada de la felicidad, porque a veces sentirse triste, agobiado, rabioso, también hace parte del conjunto de una vida plena, para lograr ser optimista y feliz.