José Mujica, expresidente de Uruguay, falleció a los 89 años dejando un legado de humildad, coherencia y lucha por la justicia social.
Un adiós al hombre que dignificó la política
Este 13 de mayo falleció José “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay (2010-2015), a los 89 años. Su muerte, aunque esperada debido a un agresivo cáncer de esófago que luego se expandió al hígado, deja un vacío profundo en la política latinoamericana. Mujica fue mucho más que un jefe de Estado: fue un símbolo vivo de coherencia, sencillez y compromiso social.
Mujica vivió sus últimos años en su finca en las afueras de Montevideo, junto a su compañera de vida, Lucía Topolansky, exsenadora y exvicepresidenta uruguaya. Hasta el final, se mantuvo fiel a sus convicciones, enfrentando la enfermedad con la misma entereza con la que enfrentó la prisión, la política y la vida pública.
El cáncer no venció su legado
El 29 de abril de 2024, Mujica anunciaba con serenidad su diagnóstico: un tumor en el esófago. A pesar de la radioterapia y otros procedimientos médicos, su estado se fue agravando. En enero de 2025, confesó con brutal honestidad: “El cáncer me está colonizando el hígado. No lo paro con nada. Soy un anciano con enfermedades crónicas. No me cabe ni cirugía, ni tratamiento bioquímico”.
Su muerte no fue una sorpresa, pero sí un golpe emocional para América Latina.
Reacciones desde toda América Latina
Desde Brasil hasta México, pasando por Argentina, Colombia, Chile, Bolivia y Venezuela, las condolencias llovieron con fuerza y afecto. Yamandú Orsi, actual presidente de Uruguay, lo despidió como “presidente, militante y referente”.
Lula da Silva lo recordó como un “gran amigo” y “artífice de la integración regional”. Cristina Fernández y Alberto Fernández resaltaron su humildad y su austeridad, mientras que el presidente chileno Gabriel Boric evocó su “esperanza incombustible” para hacer política desde lo humano.
Incluso desde voces disonantes o ideológicamente distantes, como Voluntad Popular en Venezuela o Carlos Mesa en Bolivia, hubo palabras de admiración por su coherencia ética.
Un referente que traspasó ideologías
Pepe Mujica fue respetado a izquierda y derecha, por líderes revolucionarios y demócratas liberales. ¿El secreto? Su autenticidad. No necesitó poses, ni marketing, ni trajes caros. Fue el político que manejaba su viejo Volkswagen escarabajo, que donaba la mayor parte de su salario presidencial, que vivía sin escoltas ni lujos, y que predicaba con el ejemplo.
Colombia, país que siempre valoró la cercanía intelectual y moral de Mujica, también le rindió homenaje. La sede diplomática de Uruguay en Bogotá abrió un libro de condolencias para que ciudadanos y diplomáticos expresen su respeto y admiración. Incluso el presidente Gustavo Petro lo recordó como “el gran revolucionario” que eligió la paz sobre las armas.
El hombre que nos enseñó a vivir con menos y pensar en grande
“Ser libre es gastar la mayor cantidad de tiempo de nuestra vida en aquello que nos gusta hacer”, decía Mujica. No buscó el poder por el poder, sino por la posibilidad de hacer el bien. Su discurso en la ONU de 2013 sobre el consumismo y la ética en el capitalismo aún resuena como una bofetada a la indiferencia política global.
Su legado: coherencia, humildad y dignidad
José “Pepe” Mujica deja una huella profunda en la historia política de la región. Su legado no se mide solo en leyes, sino en valores. Su forma de hacer política, desde la humildad y la honestidad, es hoy más necesaria que nunca.
En tiempos de polarización, cinismo y desinformación, Mujica nos recuerda que sí es posible hacer política con ética, humanidad y sentido común. Su figura se convierte en un faro, en un símbolo, en una brújula para las generaciones que buscan otra manera de ejercer el poder.
No se ha ido, nos queda su ejemplo
Pepe Mujica murió, pero su ejemplo sigue más vivo que nunca. América Latina despide a uno de sus últimos grandes sabios, a un revolucionario de la palabra tranquila, a un presidente que nunca dejó de ser ciudadano.