Óptica periodística
Nelson Germán Sánchez Pérez –Gersan-
En una ciudad carcomida por el desorden, el caos, la corrupción, la suciedad, el mobiliario urbano desvencijado, colapsada en lo vial, la politiquería y delincuencia de las calles y de la administración pública, donde la justicia formal de vericuetos es generosa para no castigar a delincuentes y mandatarios, es a veces difícil pensar en las cosas buenas, bonitas y en cómo se podría transformar, generar una buena convivencia, una ciudadanía empoderada de su entorno, más orgullosa de su terruño y con sentido de pertenencia sobre lo que es y significa vivir en Ibagué para apostar en positivo y con inversiones por ella.
Por eso, creo que es aquí y ahora que debemos recordar reflexiones de autores como Linda Kaplan con el poder de las pequeñas cosas y el por qué los detalles marcan la diferencia; precisamente esos detalles que a veces no observamos por estar inmersos en el barullo del frenesí diario cuando se va por la ciudad y sus calles, con la mente ocupada en la lucha interna, las responsabilidades, las tareas, el trabajo y los proyectos.
Por lo cual, es necesario reinventar nuestras sensaciones en la calle, que permitan expandir el pensamiento positivo, actitudes, aptitudes y buenos propósitos para tratar de reinventar la ciudad, o bueno, el modo de vivirla haciéndolo de una forma más amena, agradable y menos hostil como se percibe hoy; por lo tanto, es necesario enfocarnos en las pequeñas acciones, en las nuestras con nuestro entorno. En palabras de Clara Lombardi, especialista en comunicación, en esas acciones que parecen diminutas, poco valiosas, pero por el contrario son precisamente muy valiosas por el poder de impacto y transcendencia que tienen al volverse un buen ejemplo que cunde cuando se ve y desarrolla en el espacio público. “Las pequeñas acciones cotidianas no son tan pequeñas. Se construyen entre sí, nos expanden y conectan con las pequeñas acciones diarias de todos los demás. Alimentan y fortalecen las acciones y movimientos más amplios que crean un mundo justo y equitativo” (Lombardi, 2014).
Esto, apropósito de la importancia y necesidad de reflexiones personales que obliguen a hacer un alto en el camino y percatarse del rededor. Porque no es desde una administración pública ni liderazgo gremial alguno o mecías político- como ha sucedido hasta hoy- que Ibagué debe ser rescatada del ostracismo y el abandono actual. Es desde el ciudadano de a pie, de aquel que debe volver por el sendero del afecto, de dar valía a las acciones de la cotidianidad para una sana y mejor convivencia.
Y de ello casos hay y hemos visto muchos, seguro que sí. Por ejemplo, ese alguien que en la calle 10 con carrera 4 se encuentra en el cruce del semáforo con una anciana que ya no puede cruzar tan rápido y la ofrece su brazo para pasarla sin afán, haciendo la señal de pare a los vehículos. O aquel transeúnte que ve al joven de la empresa de mensajería que no puede subir un enorme y pesado paquete por él mismo y le ayuda a hacerlo.
Igual, quien caminando por uno de nuestros parques más icónicos observa que hay algunas bolsas y envoltorios de dulces en el suelo y no tiene reparo en detenerse para recogerlos y depositarlos en las canecas de la basura. También, quien le pide con respeto y firmeza al de la buseta o vehículo que deje la pitadera porque está cruzando frente a un hospital.
La persona que en vez de dar una limosna o moneda a alguien para que no le estorbe más con su presencia, le invita a tomar el almuerzo con él. Quien encuentra uno billetera con documentos en la calle y decide informar públicamente que los encontró para que su dueño se acerque a reclamar.
Quien ve un perrito o gato perdido y decide hacer un post para que su dueño pueda encontrarlo. Lo mismo que el conductor que detiene su vehículo para que estos animalitos pasen, porque ellos no saben de las normas de tránsito, pero nosotros sí. El vecino que aún decide barrer al frente de su casa sin esperar que pasen los escobitas a hacerlo y no saca la excusa que pare eso paga aseo y por tanto no lo hace; igual quien aún se preocupa porque el parque o zona verde frente a su residencia esté limpia o no se enmonte tanto.
Creo que todos hemos visto ese tipo de acciones, tal vez las hayamos hecho, pero por alguna razón, tal vez impregnados del importaculismo de los mandatarios, de la corrupción pública y en la justicia local, perdimos de vista el poder de las mismas. Por eso, sin duda, creo que este es un buen momento para reivindicarlas, evidenciarlas y validarlas porque es un buen camino para retornar al buen vividero que todos añoramos de Ibagué.